En México hay una gran cantidad de pueblos fantasmas. En sus calles y edificios vive se respira el misterio que caracteriza a los lugares que han sido abandonados y las historias que ocultan. Mineral de Pozos en Guanajuato fue abandonado durante la Revolución Mexicana, mientras que Parangaricutiro en Michoacán fue sepultado por la lava del Paricutín.

Sin embargo, los pueblos mineros ocupan un lugar especial. Con la llegada de los españoles y su búsqueda incansable por el oro y la plata, en medio del desierto surgieron una gran cantidad de ciudades y pueblos que prosperaron gracias a la explotación minera, especialmente de la plata. Tal es el caso de Zacatecas o Taxco en Guerrero.

Pero no todas las ciudades fueron tan afortunadas como estas dos. Ahí está el caso de Ojuela en Durango, que aún conserva el imponente puente que la comunica con el resto del mundo. Pero quizá el pueblo fantasma de México más conocido sea Real de Catorce en San Luis Potosí, el cual fue fundado en el siglo XVII, viviendo en poco menos de dos siglos su auge y posterior abandono.

Desde el nombre oficial que le otorgó la Corona Española existe un halo de misterio, “Real de Minas de la Limpia Concepción de los Álamos de Catorce,” pues nunca se ha sabido de dónde procede el catorce. Las versiones más populares sugieren la ejecución de catorce bandoleros de la zona circundante en la localidad.

Sea como fuere, la explotación de las minas de plata de Real de Catorce, alguna vez las que mayores ganancias aportaron al Reino de España, era la principal actividad de este pueblo, en apariencia inaccesible. Esta actividad continúo hasta bien comienzos del siglo XX, cuando las minas de plata se agotaron y el pueblo perdió su razón de ser.

Con el paso de los años, la belleza arquitectónica legada por el boom minero de la localidad en el pasado, así como el toque de misterio que sus construcciones abandonadas despiertan, fue motivo suficiente para convertirlo en atractivo turístico. Esto lo ha llevado a ser llamado uno de los “Pueblos Mágicos” de San Luis Potosí.

Entre las edificaciones que se conservan se encuentra el Túnel de Ogarrio (el principal acceso a Real de Catorce), la Plaza de Toros desde la cual se puede contemplar toda la ciudad y su maravillosa vista circundante, la Capilla de Guadalupe y el Templo de la Purísima Concepción, o el Museo Parroquial, donde se resguardan los objetos que quedaron junto con el pueblo abandonado.

Pero quizá el sitio más tétrico de Real de Catorce sea el panteón. Quizá sea uno de los pocos lugares en México donde cada Día de Muertos, las tumbas no son visitadas por los familiares de quien reposa en ellas. No hay nadie que recuerde ni honre a quienes ahí descansan; sólo se escucha el sonido de las almas que regresan a este mundo y no tienen quién las reciba.